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El pasado del Canal de TaustE

Los orígenes históricos del Canal de Tauste se remontan a 1253, año en que el rey de Navarra Teobaldo I otorga a las villas de Cabanillas y Fustiñana y a la Orden de San Juan de Jerusalén, señora jurisdiccional de dichas poblaciones, un privilegio para levantar una presa en el Ebro con la que alimentar una acequia, también de nueva creación, para dar agua a sus campos. Fue el primer antecedente del Canal, aunque parcial, pues el cauce resultante tendría, como mucho, sobre/unos 13 kms., algo menos de un tercio de su longitud oficial actual -42 kms-, y menos todavía si nos atenemos a la real, pues el conducto todavía continúa unos cuantos kilómetros más bajo otro nombre: la Acequia del Lugar de Remolinos.

El arranque para la construcción del cauce en su integridad se hace esperar hasta mediados del Cuatrocientos, momento en que la villa aragonesa de Tauste toma cartas en el asunto. La idea es aprovechar, agrandándola, la toma y el cauce de la vieja conducción de Cabanillas y Fustiñana y prolongarla hasta Aragón, para regar el término de Tauste. Es el punto de partida de la erección materialización construcción del Canal –Acequia durante los primeros siglos- tal y como hoy lo conocemos, aunque el proceso se revelará largo, costoso y pleno de vicisitudes.

Con este fin, la aragonesa obtiene del trono navarro en 1443 y 1444 los oportunos permisos –privilegios en el lenguaje de la época- para acometer la iniciativa. Las obras comienzan poco después, pero su progreso pronto encuentra obstáculos: disputas por el reparto del agua entre los beneficiarios, problemas técnicos y financieros, tensiones políticas… En 1458 la excavación del álveo se encuentra detenida ante el curso del río Arba, envuelta en la mayor de las incertidumbres. Al parecer, adolece de serias deficiencias técnicas que le impiden dar un servicio satisfactorio a sus principales promotores, los taustanos. Por otra parte, los crecidos dispendios que han supuesto las obras han provocado un fuerte endeudamiento del concejo taustano/ese concejo, con el consiguiente incremento de la presión fiscal sobre el vecindario, lo que desata las tensiones internas. La rebelión catalana contra el monarca aragonés en 1462 es el golpe de gracia. Los requerimientos financieros de la Corona a los aragoneses para sufragar la guerra subsiguiente, -que se prolongará diez años-, precipitan la bancarrota del municipio, patente en 1467, y el abandono de la empresa.

La villa aragonesa vuelve a probar fortuna en el siglo siguiente. En 1529 obtiene de Carlos I un nuevo privilegio para poder sacar agua del Ebro. La ubicación elegida para la boquera en esta ocasión se localiza en el término de Buñuel. El proyecto, que requiere la apertura de un tramo subterráneo de más de un kilómetro de longitud –una obra muy atrevida para aquellos tiempos- se pone en manos de Juan de Sariñena, un renombrado artífice que estuvo implicado en la planificación del trazado de la Acequia Imperial -antecesora del contemporáneo Canal Imperial-, que se aborda paralelamente por aquellos años. El intento se salda con un nuevo fracaso.

Por tercera vez, y esta será la definitiva, Tauste retoma la empresa en la década de 1550. El planteamiento es volver al proyecto del Cuatrocientos llevando la derivación, azud mediante, a las tierras de Cabanillas lo que, al igual que en aquella otra ocasión, requiere llegar previamente a un acuerdo con los municipios por donde ha de correr la conducción hasta llegar a los campos de Tauste. Ello se consigue, en el caso de Cabanillas y Fustiñana, en 1552, y con Buñuel –la localidad inmediatamente a continuación, canalera adelante-, al año siguiente, si bien en este último caso el convenio no es aceptado por el vecindario, lo que deja a la localidad sin titularidad sobre el cauce.

La futura Acequia nace pues con tres propietarios, los municipios navarros de Cabanillas y Fustiñana y el aragonés de Tauste. Aunque el socio preponderante es, sin duda, el último, que es señor único de la canalera en el momento que esta abandona las tierras de los otros dos, es decir, el tramo de los 13 kms. iniciales. Pero también es el que más debe aportar, pues los costes de las nuevas infraestructuras que se van a construir corren de su cuenta, prácticamente por entero. A cambio, es también el propietario de la mayor parte del caudal. Del total de las ocho muelas de agua que se prevén discurrirán por el álveo en ese acuerdo de 1552, Cabanillas recibirá una y Fustiñana una y media, atribuyéndose el resto a Tauste. Con esas cinco muelas y media la aragonesa pretende surtir sus necesidades agrarias, pero también vender agua, como dicen muy expresivamente los coetáneos, a otros términos limítrofes: Gallur, Cortes, Novillas, Pradilla, Remolinos, Alcalá de Ebro…

El movimiento de tierras comienza en septiembre de 1553. Pero el avance de la empresa tropieza con los mismos escollos que cien años atrás: disputas entre los asociados y con terceros, que acaban en los tribunales, nivelaciones defectuosas que impiden el correcto discurrir del fluido y un sobreendeudamiento del concejo de Tauste –los costes ascienden en 1560 en torno a 30.000 ducados-, que es causa de un progresivo descontento social en la villa. Sobrepasados por tantas dificultades, los taustanos, a mediados de 1561, optan por ceder temporalmente su potestad sobre el curso a un patricio de la vecina ciudad de Tudela, Pedro Gómez de Peralta, a cambio de que se haga cargo de la terminación de las obras. Gracias al aporte financiero de este personaje y al alistamiento de un nuevo director técnico, el cantero Juan de Landerri, vecino de Sádaba, la, por entonces, llamada Acequia de Tauste entra en funcionamiento a fines de 1561, aparentemente, en toda su longitud; su trazado, en lo esencial, reproduce el del Canal contemporáneo. Aunque el caudal es mucho más corto. Esas ocho muelas de agua -sin duda, un óptimo teórico que no siempre se alcanzaría- vienen a equivaler a unos 2/2,5 m3 por segundo, un aforo que está muy lejos del actual, 9,305 m3, según datos oficiales.

La configuración definitiva de la infraestructura se alcanza a fines del siglo XVIII. Mediante una Real Orden de 1781, la titularidad del cauce, rebautizado como Real Canal de Tauste, pasa al Trono, que lo une, a efectos administrativos, al Canal Imperial.

La parte positiva de esta medida es que el Estado, con todas sus capacidades, toma a su cargo la mejora del cauce. Y se emplea a fondo. La madre del Ebro es regularizada, eliminando caprichosos meandros que amenazaban el conducto; el azud reparado y recrecido; el curso de la antigua Acequia rectificado, librándolo de revueltas ociosas heredadas del pasado; el vaso ampliamente agrandado y dotado de todo tipo de nuevas protecciones; puentes, pontigos, almenaras y acueductos renovados y perfeccionados… Puede decirse que es en estos momentos en los que el Canal empieza a adquirir la fisonomía que hoy le reconocemos.

Los efectos son tan visibles como inmediatos. El caudal guiado aumenta de forma muy ostensible, hasta más de los 4,5 m3 por segundo –unas 20 de las antiguas muelas- durante los estiajes y es fácil que ronde el doble en los periodos en que el río mantiene su altura de aguas media. Además, la corriente gana continuidad, corriendo incluso durante el estío, lo que no sucedía anteriormente. Ello redunda, por supuesto, en la superficie regable, evaluada en 1796 por el Conde de Sástago en 16.378 cahizadas de tierra de 20 cuartales, que equivalen a unas 7.800 has.

La parte negativa es que la absorción de la canalera por el Estado fue realizada de una forma muy autoritaria, un acto que fue percibido por sus posesores originales, los ayuntamientos de Cabanillas, Fustiñana y Tauste, como un auténtico despojo, en palabras de la documentación de la época. Este sentimiento de agravio, unido a las crecidas alfardas que la Corona, a través de los administradores del Canal, impone a los usuarios, generan un profundo y sostenido descontento. Tras décadas de protestas y aun de abiertas resistencias al pago, Madrid, finalmente, cede. Mediante Real Decreto de 15 de junio de 1848 el Canal, que retoma formalmente el nombre de Acequia de Tauste, es devuelto, sin cargo alguno, a aquellos que la construyeron, esto es, los pueblos de Cabanillas, Fustiñana y Tauste, más Buñuel, que lleva siglos reclamando judicialmente su participación en la propiedad. Para su gobierno y administración se prevé el establecimiento de un Sindicato de Regantes que se constituirá al año siguiente.

El flamante Sindicato toma posesión de la Acequia y sus edificios e ingenios, no todos en buen estado, en 1849 y retoma la política de fomento y perfeccionamientos de la etapa anterior. Esta dinámica de progreso ha continuado hasta el presente en que se riegan casi 10.000 has. con un caudal concesional autorizado, como decíamos, de 9,305 m3 por segundo.